¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas, levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín, para ti ramilletes y guirnaldas con cintas, para ti multitudes en las playas... (Walt Whitman)

lunes, 19 de diciembre de 2016

Desde La Reserva

El Salón del Cómic de Zaragoza es un lugar como otro cualquiera para poder mirarse, a manera de espejo, y poder mirar en el espejo de los demás. La juventud "friki", siempre encantadora, maneja una teoría del mundo que sorprende a los que hemos pasado las cinco muescas en la culata de la vida y se enfrentan, allí en el otro lado casi invisible, a la grandeza del pasado. Los militares en la reserva parecen menos militares, parecen marineros mirando al horizonte lejano de las míticas islas en las que alguna vez estuvieron; o son abuelos llevando nietos al colegio mientras les acuchillan su repertorio inagotable de "una vez yo fui...".
En el espejo del Salón del Cómic, como un espectador neutral (si eso es posible) observo los dos mundos sin atreverme a situarme en ningún lugar, más por "diablo cojuelo" (Vélez de Guevara) que por "viejo sin mar" (Hemingway), y veo a los diablos (Hellboys de cuernos rojos) frente a los viejos (Oh, my God).
En una silla, con su mirada inocente, frente a una colección de originales a lápiz enfundados en una carpeta de plástico barato, me sonríe Blas Gallego (Barcelona, 1941). No está rodeado por una manada de frikis antiguos, vintages, quiero decir, como yo, está solo (bueno, ahora conmigo). Le doy la mano, la enhorabuena y le hubiera dado la cartera si llevara. Es Blas Gallego. El lápiz salvaje de Conan.

 

Habla de Estados Unidos, de los encargos de allá pero no dice nada de los encargos de aquí. Muestra las portadas de aquellas revistas míticas Totem, Zona 84... (Disculpen la lagrimilla..) Pero eso fue Ayer. No veo nada que indique que es Hoy.  Y está S O L O, en su  taburete gastado, dándome la chapa encantadora, que recibo con gusto porque se lo debo, porque yo también estoy mirando al otro Blas Gallego, al de ayer, con una voz que suena a disimulo, y claro, le pido que se deje hacer una foto en la que salimos los dos, sin reconocernos del todo. Oh,my god.


 


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